Boston, Estados Unidos.- “Big Papi, Big Papi, Big Papi” vociferaron los más de 35 mil fanáticos que se rindieron ante los pies de David Américo Ortiz Arias mientras su número era retirado ayer en el legendario estadio Fenway Park, en la ciudad de Boston.
Aquel niño que recreó la calle de su casa como un estadio lleno de fanáticos, en la cual todos le gritaban David, David, mientras bateaba con un palo de escoba vieja un metrallazo por el lado derecho, sintió ayer como miles de personas renombraron su nombre a su entrada. El soñó con su historia; el cumplió con sus sueños… “Es un honor poder ver mi número justo al lado de todas esas leyendas”, dijo Ortiz antes de que su número 34 fuera retirado en el techo del jardín derecho.
Con su peculiar sonrisa, su chaqueta impecable y su resplandeciente color moreno, hizo a todos parar de sus asientos ante su salida, que fue ovacionado, como un héroe, una estrella del deporte que ha luchado por inspirar a los demás.
Los jugadores de Boston esperaron en la parte superior de su dugout. A su vez, los de los Angelinos inclinaron sus gorras hacia él. Mientras, los tres trofeos de la Serie Mundial resplandecían con la luz del sol. La familia de Ortiz estuvo colocada del lado derecho a él, y las personalidades más prominentes de la organización de Boston, así como el ministro de Deportes de la República Dominicana, Danilo Díaz, del lado izquierdo. Niños, jóvenes, adultos, ancianos, todos se rindieron ante un Ortiz que en sus 14 temporadas con los Medias Rojas fue pieza clave a la obtención de tres coronas en esta década.
Con un cielo flamante, y el calor de su familia, amigos y miembros del Salón de la Fama como Carl Yastrzemski, Pedro Martínez, Wade Boggs y Jim Rice, salió triunfante caminando desde el dugout de su equipo, a través de la alfombra roja, se paró, señaló al cielo con los dedos índice, como nos acostumbró, haciendo referencia a la memoria de su madre, Ángela Arias, quien falleció en el 2002.
Continuó su camino saludando a los que se reunieron en el diamante del terreno, que lo recibió cuando fue dejado en libertad por los Mellizos en 2003.
“Gracias, Señor, por permitirme darle a Boston el mayor regalo que jamás haya tenido, mi compadre, David Ortiz”, dijo Martínez, quien agregó: “Eres un gran embajador del juego. No tengo palabras para decir hoy lo orgulloso que estoy, y lo orgulloso que me siento hoy de ti. Sí, eres el Papi Grande, pero me siento como abuelo”. Ortiz se retiró la temporada pasada como uno de los jugadores ofensivos más productivos en la historia de la franquicia, y uno de los jugadores más emblemáticos fuera del terreno. El ayudó a terminar la sequía de 86 años, sin levantar un cetro y le dio a la nueva generación de bostonianos motivos para volver a enamorarse de los Medias Rojas de nuevo. Dustin Pedroia, compañero de equipo de Ortiz en los campeonatos de la Serie Mundial 2007 y 2013, también emitió un emotivo mensaje que hizo que a David se le escaparan lágrimas y sacara su pañuelo.
“No eres nuestro compañero, no eres nuestro amigo. Eres nuestra familia”, enfatizó Pedroia, quién terminó diciendo: “Y será así hasta el día de tu muerte”.
Al igual que la temporada pasada, cuando Ortiz fue homenajeado en su último partido en Las Mayores, el estadio fue adornado en su honor. Y los fanáticos enseñaban sus emblemáticos carteles como ‘Eres nuestro Big Papi’, ‘Eres nuestro héroe’ o ‘Gracias David’.
Ortiz agradeció “Mi esposa y mis hijos, quiero agradecerles muchísimo por aguantar todo esto”, dijo Ortiz, quien agradeció a todos sus familiares y propietarios de los Medias Rojas, a excompañeros de equipo, a sus agentes e incluso a los equipos contarios. Después de rendir homenaje a su padre, Enrique, y darle un abrazo, Ortiz tuvo un último grupo que agradecer. “Y, por último, quiero agradecerles a ustedes, a los fans”, dijo. “No iba a haber ninguna forma de llevar mi actuación al más alto nivel sin el amor y el apoyo que me mostraron todos los días... Te amo Boston, gracias”. Después, se entonaron los himnos nacionales, de la República Dominicana, y posteriormente, el de los Estados Unidos, cada uno acompañado por una bandera gigante que cubría el Monstruo Verde.
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