“13 Reasons Why” (Por 13 Razones) es una serie de la plataforma de Netflix –una empresa comercial estadounidense de entretenimiento ofrece contenido multimedia (principalmente, películas y series de televisión) por Internet– que ha desencadenado un debate entre lo superficial que resultan algunas cosas y el impacto positivo que pueden tener éstas en los jóvenes.
La serie está basada en el libro del mismo nombre escrito por Jay Asher. Cuenta la historia de una joven de 17 años, Hannah Baker, que se suicida, pero antes de hacerlo graba 13 cintas explicando sus razones, y exponiendo a los compañeros/as de clase que le hicieron bullying (acoso), y según ella, la condujeron a tomar la decisión de quitarse la vida.
Mentiras, burlas, pérdida de amigos/as, el qué dirán y violaciones fueron algunos de los motivos que llevaron a Hannah Baker a la depresión y de ahí al suicidio. Sin embargo, sin importar la cantidad de razones que parezcan válidas y buenas, nada, pero absolutamente nada, justifica que se cometa este fatídico acto.
Un acto egoísta, sin base y sin razón, porque no estamos solos en el mundo, y es un acto egoísta porque no pensamos en el dolor de los padres ni las personas que dejamos atrás. Ellos son los que se quedan con todas los residuos de este acto…
Al ver la serie, se debe analizar cada detalle, y saber que existen tantas otras opciones para superar cualquier problema que se presente en la vida. Hay cosas que no podemos enfrentar solos, y lo más maduro es reconocerlo y pedir ayuda.
Algo que no se trata en la serie es la depresión ni las enfermedades mentales, que claramente Hannah tenía.
Si nos fijamos bien, los trece “acusados” son también víctimas de acoso en la escuela y en el hogar, por lo que el suicidio no es una opción, enfrentar la vida, agarrar el toro por los cuernos, y salir adelante si lo es.
Con la serie vemos el impacto que pueden tener las palabras y las acciones. Por esto es tan importante pensar en el efecto que podemos tener en otros.
Una de los puntos más importantes a la hora de ver esta serie es distinguir entre ficción y realidad. Hannah Baker es un personaje ficticio (inventado). En la serie no se muestran alternativas viables al suicidio ni tampoco se hablan ni se nombran de las enfermedades mentales o depresión (que no significan que se está loco, ni es nada de qué avergonzarse), son más comunes de lo que te imaginas, y son cosas que si se tratan con la ayuda de especialistas se pueden superar y tener una vida completamente normal.
ASPECTOS PSICOPATOLÓGICOS Y SOCIO FAMILIARES DEL SUICIDIO EN ADOLESCENTES
El suicidio puede llevarse a cabo en una fase maniaca o depresiva, aunque autores como Tems, Stewart SM, Skinner, Hughes y Emslie (1993) consideran que probablemente, los cambios cognoscitivos derivados de un episodio o trastorno depresivo perjudican la capacidad de la persona para valorar los riesgos, inscritos a comportamientos de la vida diaria, lo que constituye un peligro importante en la etapa de la adolescencia, donde la escasa percepción de los factores de riesgo vital lleva a muchos adolescentes al consumo de sustancias psicoactivas (SPA), acciones de peligro, actividad sexual precoz (embarazo y/o contagio de una infección de transmisión sexual) y automutilación como prueba de ingreso a subculturas urbanas y castigo ante la frustración de sus necesidades. En estos casos los adolescentes que no se auto mutilan pueden ser rechazados por la agrupación o gueto, puesto que en algunas tribus urbanas hacerse pequeñas laceraciones en muñecas, brazos y piernas (especialmente), tatuarse, perforar partes intimas de su cuerpo o perpetrar actos que generen dolor, parece constituir una prueba de “sacralidad” con base en la ritualidad que implica la repetición dolorosa y la posibilidad de marcar la diferencia, acceder a lo sagrado de la muerte «lo inefable», controlarla y lograr la expiación del sistema familiar y social a través del dolor autogenerado.
En el aspecto socio-familiar, es necesario considerar como factores de riesgo, la influencia y/o exposición a actos violentos, el suicidio del padre o de un familiar, los factores depresivos derivados de las necesidades básicas insatisfechas, los grupos de exclusión social, el manejo inadecuado de la autoridad en el hogar y en general, toda situación de vulnerabilidad que genere un monto de estrés importante al interior del sistema familiar y social del adolescente. En este sentido los adolescentes en riesgo de suicidio son también el correlato del creciente conflicto entre el sistema educativo “patriarcalista” al que se oponen a toda costa y la cultura desinhibida y dinámica de lo “joven”, lo cual deviene en el establecimiento de una relación conflictiva con la autoridad, la comunidad y otros adolescentes, y que frecuentemente se vincula a conductas ansiosas como el Bullying, acting outs, consumo de alcohol y otras sustancias psicoactivas, oposicionismo, irritabilidad explosiva,actitud desafiante, machismo, entre otros. El otro extremo de estas tendencias referencia estados depresivos como el aislamiento, ser de pocos amigos, pensamientos pesimistas o unipolares, actitud fatalista y de conmisericordia, desinterés y enlentecimiento psicomotor, además, de dificultades sociales de contacto y problemas para el desapego.
Es claro que la familia, la escuela y el circulo social, juegan un papel determinante en la adquisición de conductas de prevención, en cuanto protección, auto cuidado, cuidado de otros y responsabilidad socio-familiar, por lo que un adecuado manejo de las pautas de crianza, la comprensión y apoyo del adolescente en los espacios de encuentro lúdico y educativo, además de la cooperación de la comunidad y las instituciones como agentes preventivos puede disminuir el riesgo de suicidio en esta población. En consecuencia es necesario motivar en el adolescente el desarrollo de conductas prosociales, es decir, “actos realizados en beneficio de otras personas; maneras de responder a éstas con simpatía, condolencia, cooperación, ayuda, rescate, confortamiento y entrega o generosidad” (Vander, 1986, p. 617). Estas conductas al verse fortalecidas desde los entornos familiares y sociales-educativos, disminuyen el riesgo de suicidio y de conductas límite (agresivas, desafiantes, retaliativas), a la vez que fortalecen el concepto de cooperación, familia, democracia, sociedad y sana convivencia.
Respecto a escuela como factor de riesgo psicosocial Zuleta (1980) opina que desde la niñez el individuo aprende a estudiar por miedo, a resolver problemas que a él o ella no le interesan, puesto que el capital y la sociedad de consumo ha puesto bajo su servicio y control la iniciativa, la creatividad y la voluntad de los individuos, por tanto, el suicidio simboliza la necesidad de resignificación de la totalidad problemática que afecta al adolescente, derivada de la presión social de un entorno del cual no se siente partícipe. Como recomendación todos los actores e instituciones sociales deben formar un “bloque preventivo” que incluya a los adolescentes en actividades de responsabilidad social, con base en el hecho de otorgar y compartir el poder, propiciar la cooperación, el reconocimiento mutuo y un desarrollo prosocial en el que el interés educativo no se concentre en impartir conocimientos sino también, en un interés y acercamiento por la condición biopsicosocial del otro. Asimismo con el fin de mejorar la parte pedagógica de la prevención es necesario proporcionar a los ocentes y otros miembros de la comunidad, herramientas preventivas del suicidio y de resolución asertiva de conflictos que se multipliquen en los colectivos sociales, permitiendo el empoderamiento y la disminución de las conductas de riesgo al interior de familias poco funcionales, cuya connotación de violencia, exclusión y abuso puede suscitar comportamientos suicidas en los niños, niñas y adolescentes.
Se debe tomar en cuenta que cualquier persona puede en un momento de crisis considerar que su vida ha perdido sentido sin embargo, cuando la familia y su sistema de crianza con base en los valores, la tolerancia, el respeto a lo diferente y el ejemplo positivo, promueve una adecuada salud mental en el adolescente, adjudicando responsabilidades, protegiendo y cuidando de sus miembros, se instauran inevitablemente factores protectores del suicidio y de otros riesgo derivados. Zuleta (1994) considera que lo difícil pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, por ello para lograr un acercamiento a la realidad del suicidio se debe analizar el debilitamiento de factores asociados a toda relación humana al igual que el flujo de representaciones e identidades, a las que están expuestos los adolescentes actuales, mismas que los dotan de estrategias inmediatistas (evasión, actitudes desafiantes, consumo de sustancias psicoactivas y suicidio) a modo de contingencias nucleares, ante conflictos que requieren de confrontación, apoyo familiar/social y un análisis académico más detallado.
Fuente: Aspectos psicosociales del comportamiento suicida en adolescentes; José Alonso Andrade Salazar, Revista Electrónica de Psicología Iztacala. 15, (2), 2012
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