Un reportaje del periódico The New York Times, de Walter Thompson-Hernández, resalta el legado de los dominicanos descendientes de afroestadounidenses en esta provincia de la bahía noreste de la República Dominicana.
El reportaje reivindica la impronta de los negros estadounidenses en Samaná, en la comida, la música, la arquitectura y el cristianismo protestante.
Narra que Martha Leticia Wilmore, una maestra jubilada que vive en la ciudad portuaria con una población de aproximadamente 100,000 personas en el extremo noreste de la isla La Española, ha tenido la misma rutina de los domingos por la mañana durante casi todos los 90 años de su vida: se come un pedazo de pan dulce, toma una taza de té de jengibre y se viste con una blusa recién hecha para asistir al servicio en la Iglesia Episcopal Metodista Africana (AME, por sus siglas en inglés), uno de los dos lugares de culto para la comunidad que se separó hace años de St. Peter´s, conocido localmente como “La Churcha”.
La Sra. Wilmore es descendiente de un grupo de más de 300 afroamericanos que alquilaron un barco a Samaná en 1824 en Filadelfia. Para ella y otros 10 miembros mayores de la comunidad, que tienen entre 80 y 104 años, asistir al servicio semanal de la iglesia es una forma de preservar la historia de los primeros colonos afroamericanos, transmitidos a través de canciones y el idioma inglés. Es una historia que muchos temen que será olvidada.
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