Apenas salimos de la fiesta del Año Nuevo, contando con apenas una semana y dÃas, y nos encontramos con una serie de acontecimientos para nada agradables para la estabilidad social y la armonÃa global.
Noticias de posibles conflictos bélicos entre grandes naciones por intereses económicos (la ruta del petróleo entre Irán y Estados Unidos), el conteo de feminicidios en la República Dominicana sigue su lamentable curso con el que despedimos el 2019 (6 casos en la primera semana de enero), y fenómenos naturales (temblores de tierra en Puerto Rico), ponen en riesgo vidas en nuestra región.
Como si no bastase con las dificultades socio económicas y polÃticas que afectan a los dominicanos, estas situaciones dentro y fuera de nuestro territorio podrÃan llevarnos a vivir un estado de desasosiego generalizado.
Pero ante tantas circunstancias adversas con la armonÃa, es preciso situarnos en una perspectiva de fe, paz y esperanza, de elevar plegarias al Todopoderoso para que Su Inmensa Misericordia cubra, no solo a los dominicanos, sino a todo el mundo.
Además de tomar una postura humilde y sincera de oración, meditar, tomar conciencia, revisarnos, accionar y hacernos agentes de cambios; portadores de la solidaridad necesaria para enfrentar, por lo menos, las situaciones en las que podamos aportar con nuestra plegaria, nuestros brazos, nuestra experiencia y nuestras posturas.
Algo podemos hacer desde nuestra posición ciudadana para ir despejando de nuestra sociedad este estado de incertidumbre con el que hemos iniciado este año.
En el caso de mi rol y responsabilidad como ciudadano dominicano y del Planeta que nos alberga. Desde el lugar fÃsico en que me toca accionar en este presente que cambia a pasad en el inexorable e implacable tiempo medido en segundos, aprovechando la magia de la Internet me multiplico aprovechando tiempo y espacio para sin se más que un solo ser multiplicarme exponencial y productivamente para colocar un pequeño bloque y cumplir mi tarea en la construcción de una mejor humanidad que pueble el mundo.
Por Carlos González Silfa.-
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