Un televisor, una computadora, las interrupciones eléctricas, la falta de aparatos tecnológicos para recibir docencia, son las problemáticas con las que cada día tres hermanitos de un barrio de la capital deben lidiar, en un año escolar a distancia obligado por el coronavirus.
Yuriel y Massiel Lantigua, de 13 y 14 años, respectivamente, y aunque para ellos es más fácil adaptarse a esta nueva modalidad que su hermanito de cinco años, aún no la comprenden.
A las dificultades mencionadas se suman la música a alto volumen de otras casas, el bullicio del vecindario, los anuncios de las guaguas vendedoras y el correteo de niños jugando en el entorno de su hogar en el sector de San Carlos.
Los adolescentes son estudiantes del Liceo de Educación Media Estados Unidos de América y han pasado, como todo el estudiantado del país, del ambiente de las aulas a un rincón u otro espacio de su vivienda.
Yuriel estudia en un estrecho pasillo de una casa de madera. A su lado se encuentra una computadora de las entregadas por el gobierno el año pasado con una enciclopedia virtual abierta.
Sobre sus piernas reposa un cuaderno con caligrafía impoluta y uniforme, el cual acoge en sus líneas los conocimientos y conceptos que el estudiante va recabando en su búsqueda de información para las tareas.
“¿Y quién quiere estar aquí?”, fue la expresión del adolescente, quien cursa el primero de secundaria, anteriormente conocido como séptimo, cuando un equipo de periodistas de Listín Diario le preguntó sobre si prefería clases virtuales desde su hogar o presenciales.
“Porque yo no voy a aprender ahí (en la televisión)...”, interrumpió su hermana mayor, Massiel, para decir que así no se entiende desde la casa.
Así reaccionaron ambos hermanos tras responder muy confiados que prefieren tomar docencia en la escuela.
Al llegar el equipo de prensa, ya las clases habían acabado, pero ellos se veían inmersos en sus dispositivos adelantando asignaciones. De hecho, aprovechaban el tiempo de forma tal que, pese a la presencia de los periodistas, los adolescentes continuaban sus labores de clases.
Hacen su mejor esfuerzo
Estos escolares buscan sus alternativas para solucinar las dificultades diarias y sacar el mayor provecho a la nueva modalidad a la que se enfrentan.
Por ejemplo, la alternativa que adoptaron para no ausentarse en los encuentros educativos por la carencia de Internet fue comprar “paqueticos”, la conexión que consideran rápida.
Asimismo, la familia procura tener siempre con suficiente batería a la única computadora que poseen, a fin de poder realizar sus tareas cuando no haya electricidad en el lugar.
No obstante, el resto de sus compañeros, a quienes no ven a diario, no poseen las mismas oportunidades.
“Hay niños que no tienen computadora y ellos están pasando trabajo mientras uno aprende”, expresó Yuriel consternado.
Los dos adolescentes de la familia Lantigua reciben sus tareas en la plataforma de Google Classroom.
Sin embargo, “a los niños chiquitos hay que explicarles, puesto que ellos viendo así no entienden”, dijo Massiel haciendo referencia a su hermano menor.
En su rol de primogénita la chica carga con la responsabilidad de ayudar al resto de sus hermanos.
“Es más fácil para ellos que yo se lo explique directamente, luego de ver la lección en la televisión”, dijo.
Según explican los hermanos, cada uno tiene la oportunidad de consultar a sus maestros por WhatsApp en caso de no entender alguno de los audiovisuales proyectados por televisión y YouTube. O cuando no comprenden alguna de las encomiendas que dejan en la plataforma digital en la que entregan las prácticas.
Sin embargo, Yuriel manifestó que si bien los profesores les explican por medio de llamadas o mensajes instantáneos, la experiencia de aprendizaje no es igual.
“No es tan fácil, casi nadie entiende”, dijo el menor cuando se le preguntó cómo le iba a él y a sus compañeros en las clases.
En cambio, Masiel no se limita a preguntar a sus docentes, sino que también busca en Google aquellos temas que no entiende.
“Los busco para saber bien sobre eso, lo escribo, hago notas y voy memorizando bien lo que sé ahí”, dijo tras la pregunta sobre qué hace cuando no comprende algún contenido.
Asimismo, a la estudiante de tercero de secundaria le preocupa que niños que no tienen la capacidad puedan presentar retrasos en el proceso de aprendizaje.
“Tú ves las clases en la televisión y lo tratas de entender, pero hay muchas cosas que tú no captas”, agregó.
Antes de irse a trabajar, la madre de los hermanos Lantigua deja al más pequeño uniformado y con un celular en sus manos para que se integre a clases. Este niño de apenas cinco años ingresó por primera vez a la escuela para este año lectivo 2020-2021.
Aunque se podría pensar que sería una inducción complicada, su abuela manifestó lo contrario.
El pequeño está muy emocionado de iniciar su escolaridad y conocer nuevos amiguitos, así sea por medio de la cámara de un celular.
“Le ponen el uniforme y le han puesto una corona, dizque que él es el príncipe y con eso se activa y hace sus cosas”, expresó alegremente la abuela Marianela Lantigua.
Al igual que en la casa de los Lantigua, en Villa Consuelo está el caso de Emilia.
La niña de 11 años se sienta en la puerta de su casa con su computadora de República Digital para poder recibir conexión WiFi de las casas de otros vecinos.
La principal complicación que se presenta en su hogar es la falta de conectividad.
ENSEÑANZA
La niña Emilia.
Emilia, quien cursa el sexto de primaria en la Escuela Básica República de Brasil, ha encontrado una solución al hecho de que el canal 15 de TV no se ve en su casa. Busca sus clases en YouTube y envía las tareas a sus maestros a través de un grupo en Whatsapp.
El caso de Yanelys.
Yanelys, de 11 años, también extraña las clases en el plantel educativo. En una esquina a las afueras de una banca de lotería se encontraba uniformada esperando a que le enviaran el enlace para ingresar a una clase sincrónica en la plataforma de Zoom. Ver a sus profesores es lo que ella más extraña de las clases antes de que se aplicaran las medidas contra el Covid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario