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lunes, 23 de noviembre de 2020

Muecas de inconformidad al tomar las clases por televisión












Santo Domingo, RD

Un televisor, una compu­tadora, las interrupciones eléctricas, la falta de apa­ratos tecnológicos para recibir docencia, son las problemáticas con las que cada día tres hermanitos de un barrio de la capital deben lidiar, en un año es­colar a distancia obligado por el coronavirus.

Yuriel y Massiel Lan­tigua, de 13 y 14 años, respectivamente, y aun­que para ellos es más fá­cil adaptarse a esta nueva modalidad que su herma­nito de cinco años, aún no la comprenden.

A las dificultades men­cionadas se suman la mú­sica a alto volumen de otras casas, el bullicio del vecindario, los anuncios de las guaguas vendedo­ras y el correteo de niños jugando en el entorno de su hogar en el sector de San Carlos.

Los adolescentes son estudiantes del Liceo de Educación Media Esta­dos Unidos de América y han pasado, como todo el estudiantado del país, del ambiente de las aulas a un rincón u otro espacio de su vivienda.

Yuriel estudia en un es­trecho pasillo de una ca­sa de madera. A su lado se encuentra una computado­ra de las entregadas por el gobierno el año pasado con una enciclopedia virtual abierta.

Sobre sus piernas repo­sa un cuaderno con caligra­fía impoluta y uniforme, el cual acoge en sus líneas los conocimientos y conceptos que el estudiante va reca­bando en su búsqueda de información para las tareas.

“¿Y quién quiere estar aquí?”, fue la expresión del adolescente, quien cursa el primero de secundaria, an­teriormente conocido como séptimo, cuando un equipo de periodistas de Listín Dia­rio le preguntó sobre si pre­fería clases virtuales desde su hogar o presenciales.

“Porque yo no voy a aprender ahí (en la tele­visión)...”, interrumpió su hermana mayor, Massiel, para decir que así no se en­tiende desde la casa.

Así reaccionaron ambos hermanos tras responder muy confiados que prefie­ren tomar docencia en la es­cuela.

Al llegar el equipo de prensa, ya las clases habían acabado, pero ellos se veían inmersos en sus dispositivos adelantando asignaciones. De hecho, aprovechaban el tiempo de forma tal que, pe­se a la presencia de los pe­riodistas, los adolescentes continuaban sus labores de clases.

Hacen su mejor esfuerzo
Estos escolares buscan sus alternativas para solucinar las dificultades diarias y sa­car el mayor provecho a la nueva modalidad a la que se enfrentan.

Por ejemplo, la alternati­va que adoptaron para no ausentarse en los encuen­tros educativos por la caren­cia de Internet fue comprar “paqueticos”, la conexión que consideran rápida.

Asimismo, la familia pro­cura tener siempre con su­ficiente batería a la única computadora que poseen, a fin de poder realizar sus ta­reas cuando no haya electri­cidad en el lugar.

No obstante, el resto de sus compañeros, a quienes no ven a diario, no poseen las mismas oportunidades.

“Hay niños que no tienen computadora y ellos están pasando trabajo mientras uno aprende”, expresó Yu­riel consternado.

Los dos adolescentes de la familia Lantigua reciben sus tareas en la plataforma de Google Classroom.

Sin embargo, “a los niños chiquitos hay que explicar­les, puesto que ellos viendo así no entienden”, dijo Mas­siel haciendo referencia a su hermano menor.

En su rol de primogénita la chica carga con la respon­sabilidad de ayudar al resto de sus hermanos.

“Es más fácil para ellos que yo se lo explique direc­tamente, luego de ver la lec­ción en la televisión”, dijo.

Según explican los her­manos, cada uno tiene la oportunidad de consultar a sus maestros por Whats­App en caso de no entender alguno de los audiovisuales proyectados por televisión y YouTube. O cuando no comprenden alguna de las encomiendas que dejan en la plataforma digital en la que entregan las prácticas.

Sin embargo, Yuriel ma­nifestó que si bien los profe­sores les explican por medio de llamadas o mensajes ins­tantáneos, la experiencia de aprendizaje no es igual.

“No es tan fácil, casi na­die entiende”, dijo el menor cuando se le preguntó có­mo le iba a él y a sus compa­ñeros en las clases.

En cambio, Masiel no se limita a preguntar a sus do­centes, sino que también busca en Google aquellos temas que no entiende.

“Los busco para saber bien sobre eso, lo escribo, hago notas y voy memori­zando bien lo que sé ahí”, dijo tras la pregunta sobre qué hace cuando no com­prende algún contenido.

Asimismo, a la estudiante de tercero de secundaria le preocupa que niños que no tienen la capacidad puedan presentar retrasos en el pro­ceso de aprendizaje.

“Tú ves las clases en la te­levisión y lo tratas de enten­der, pero hay muchas cosas que tú no captas”, agregó.

Antes de irse a trabajar, la madre de los hermanos Lantigua deja al más peque­ño uniformado y con un ce­lular en sus manos para que se integre a clases. Este niño de apenas cinco años ingre­só por primera vez a la es­cuela para este año lectivo 2020-2021.

Aunque se podría pen­sar que sería una inducción complicada, su abuela ma­nifestó lo contrario.

El pequeño está muy emocionado de iniciar su escolaridad y conocer nue­vos amiguitos, así sea por medio de la cámara de un celular.

“Le ponen el uniforme y le han puesto una corona, dizque que él es el príncipe y con eso se activa y hace sus cosas”, expresó alegre­mente la abuela Marianela Lantigua.

Al igual que en la casa de los Lantigua, en Villa Con­suelo está el caso de Emilia.

La niña de 11 años se sienta en la puerta de su ca­sa con su computadora de República Digital para po­der recibir conexión WiFi de las casas de otros veci­nos.

La principal complica­ción que se presenta en su hogar es la falta de conecti­vidad.

ENSEÑANZA
La niña Emilia.

Emilia, quien cursa el sexto de primaria en la Escuela Básica Repúbli­ca de Brasil, ha encon­trado una solución al hecho de que el canal 15 de TV no se ve en su casa. Busca sus clases en YouTube y envía las tareas a sus maestros a través de un grupo en Whatsapp.

El caso de Yanelys.
Yanelys, de 11 años, también extraña las cla­ses en el plantel educa­tivo. En una esquina a las afueras de una ban­ca de lotería se encon­traba uniformada espe­rando a que le enviaran el enlace para ingresar a una clase sincrónica en la plataforma de Zo­om. Ver a sus profesores es lo que ella más extra­ña de las clases antes de que se aplicaran las me­didas contra el Covid.

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